Nuestra procesion "El Jueves Santo"

Cuando han callado los vivas de la procesión de la tarde, concluido ya el fastuoso derroche de luz y color de la carrera, cuando enmudecen las gargantas enronquecidas por la pasión de un Paso, quedan los palcos y tribunas vacíos y cerradas las ventanas y balcones al socaire tristón de una música sacra que aún suena al alejarse la última banda que cierra el cortejo procesionil. Es entonces cuando el pueblo se dispone a vivir, con su presencia muda, la escenificación de la cara triste de la Redención, la Pasión de Cristo.

Y así, Lorca, tan original y deslumbrante en sus desfiles bíblicos, después del cortejo con sus vítores y aclamaciones, se dirige con caminar pausado a su BARRIO. Allí, al llegar la medianoche, se va a celebrar la Procesión del Silencio que organiza y preside la Archicofradía del Stmo. Cristo de la Sangre, Paso Encarnado.

Las gentes van llegando al Barrio, y pasean por las calles sin geometría y confluyen en el atrio de San Cristóbal, esperando la salida de las Imágenes del Templo y el comienzo de la Procesión. A intervalos llegan también grupos de Nazarenos portando estandartes; son las demás Cofradías de Lorca que vienen a unirse a los "Coloraos" en su Procesión.

Hijo de artesano y Madre sencilla, eligió Jesús nacer humilde en un arrabal de Belén. No hay, pues, mejor escenario que estas calles "rabaleras", para expresar plásticamente, en la quietud de la noche, su propia interpretación de la Pasión de Cristo, envuelta en un solemne y estremecedor silencio.

Las Imágenes de la Stma. Virgen de la Soledad, obra de Sánchez Lozano, y del Stmo. Cristo de la Sangre, talla de José Gerique, pasean su belleza por las calles recoletas y sencillas del Barrio, escoltadas por mayordomos y nazarenos de terciopelos rojos (como la Sangre de Cristo ).

Son acompañados por Blancos, Azules, Morados, Negros y también nuestros hermanos los "Coloraos" de Murcia, que honran, todos ellos, esta Noche de la Pasión con sus más bellas túnicas y estandartes.

Silencio en la soledad de la Madre y en la agonía del hijo; silencio sobrecogido en las gentes que presencian el cortejo, y que sólo se ve interrumpido por el hiriente sonido de cornetas y tambores, el canto de la saeta, y la voz del que conduce a los costaleros, que portan el trono del Cristo en un alarde de movimiento y precisión.

La procesión concluye en el Atrio de San Cristóbal, donde la Virgen, después de entrar en la Iglesia, quizás para aliviar su Soledad, se asoma de nuevo a la puerta a esperar la llegada de su Hijo Crucificado. El encuentro es glosado por la saeta, copla desgarrada hecha oración por la Pasión de Cristo y la Soledad de la Madre.

Fuente:pasoencarnado.es

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